Cuando se reprimen sentimientos como la ira y el dolor por muchos años, nuestra caja torácica actúa como una armadura protectora en la cual mantenemos esos sentimientos encerrados, lo que hace que nuestro cuerpo se ponga rígido. Esta actitud genera que se adopten algunos vicios posturales fruto de la continua tensión del diafragma, la escasa movilidad pulmonar y de los músculos contenidos en el. Muchas personas no son concientes de esta represión de sentimientos y se han acostumbrados a un nivel bajo de energía y sensaciones.
Al comenzar a practicar yoga y aprender a respirar de forma conciente, desaparece la rigidez muscular, que actuaba a manera de “corsé”, emergiendo las emociones reprimidas; cuando la practica de la respiración yoguita se va haciendo una rutina, gradualmente energía y sentimientos bloqueados tenderán a desaparecer. Al principio, serán como una verdadera avalancha emocional, bajando de apoco su intensidad hasta que, un día, se sentirá totalmente liberado. El espacio que ocupaban todos estos productos de desecho (físicos y emocionales), permitirá que dentro suyo circule libremente el prana o energía vital.
Si las primeras veces que practica Ashtanga, al terminar la clase, se siente muy emotivo y con ganas de llorar, lo mejor será dejar salir libremente las emociones; también algunas personas somatizan tantos sentimientos como excesivo cansancio, alguno que otro mareo y nauseas, si esto sucede lo mejor es recostarse y relajarse hasta que pase. Después de un tiempo y, cuando estas emociones se hayan liberado, podrá respirar tranquilamente y sentirse realmente en paz.
Bibliografía: yoga y Plenitud David Lifar
